HISTORIA
El Concorde fue uno de los
primeros aviones de todo el mundo en no ser diseñado y fabricado por una sola
compañía, ni siquiera por un solo país.
En 1962, los ingleses concluyeron que con la tecnología disponible en aquel
momento era factible construir un SST (SuperSonic Transport) que
dispusiera de alcance transatlántico.
El enorme costo y el riesgo que implicaba el proyecto, fue lo que forzó a los
británicos a buscar un socio. Las compañías de aviación estadounidenses
también estaban en vías de construir un SST, pero sus metas no coincidían con
las de los británicos. Según los americanos, había que hacer hincapié en una
mayor velocidad (sobre Mach 2.7) y contar con un gran radio de acción. En
contra de los diseñadores de Boeing y la Lockheed (por aquel momento las dos
únicas compañías que pensaban fabricar un SST), la compañía inglesa British
Aircraft Corporation (BAC) insistía en que si se construía un avión que no
sobrepasara Mach 2.2, se podría continuar utilizando materiales no tan
costosos, y por otra que aunque el aparato tuviera menor radio de acción y
menos asientos, se podría compensar este problema aumentando el número de
viajes a través del Atlántico.
Así pues, Gran Bretaña se vio obligada a echar mano a los países europeos
para buscar un socio. Entre todos ellos, tan sólo Francia era la que estaba a
la altura para semejante proyecto. Empezó así una de las más arriesgadas y
sobresalientes aventuras de todos los tiempos: la creación del primer avión de
pasajeros supersónico. Aunque eso sí, dicha colaboración sería larga y
difícil (de hecho estuvo a punto de venirse abajo en varias ocasiones).
Francia también pensó en su propio proyecto antes de unirse con el Reino
Unido, el Super Caravelle. Se trataba de un avión supersónico de medio alcance
con ala en forma de ojiva. El proyecto pensado por la British Aircraft
Corporation era el BAC223, un avión muy parecido pero que tenía alas en forma
de delta. De hecho, el
definitivo Concorde partiría de ambos aparatos, pero prevalecerían las alas
ojivales francesas del Super Caravelle.
Una maqueta del diseño de avión supersónico francés.
Una vez decidido, se firmó el deseado acuerdo de la construcción conjunta del supersónico, en La Haya en 1962. Así todas las responsabilidades, costos, riesgos y recompensas quedarían divididas de igual a igual por ambos países. Se seleccionaron como fechas de vuelos iniciales, 1966 para el prototipo y 1968 para un avión de serie. Dichas fechas no se pudieron alcanzar a tiempo y al final acabaron volando, respectivamente, en 1969 y 1975. Y lo que aún era peor: el coste inicial previsto de unos 160 millones de libras esterlinas se quedó corto al poco tiempo.