UN VUELO EN EL CONCORDE
Volar en esta formidable máquina
se ha convertido en todo un ritual. Antes, durante y tras el vuelo, los
pasajeros disponen de privilegios especiales, que aunque no únicos en la
aviación comercial, sí que aportan otro sello de distinción a este mítico
avión.
Tanto British Airways como Air France disponen de salas especiales para que los
pasajeros de los vuelos regulares del Concorde esperen a la salida de su viaje.
Los famosos que pagan por volarlo, normalmente no quieren mezclarse con el resto
de la gente, y los altos ejecutivos prefieren la tranquilidad para preparar su
trabajo.
Aunque la anchura del Concorde es 2,5cm más
estrecha que la del
antiguo avión de pistones Douglas DC-4, el confort es excepcional.
A bordo, el servicio es similar
al ofrecido en cualquier primera clase, con menús especialmente diseñados para
la duración del vuelo, y las horas de despegue y aterrizaje. Tan sólo el rugir
de los motores en el despegue y en el momento de sobrepasar Mach 1 y Mach 2
molesta ligeramente a los pasajeros, pero el champagne, el caviar y la langosta,
se encargan de minimizarlo.
A la llegada a Nueva York, los controles de pasaportes y aduanas suelen estar
vacíos; los vuelos transatlánticos no llegan hasta horas después. Por ello,
es posible estar de camino a la ciudad, o tomando otro avión hacia otro destino
en menos de media hora desde que el Concorde ha aterrizado.
Durante el vuelo, la tripulación, además de adelantarse a los deseos del
pasajero, le ofrecerá un pequeño recuerdo de su experiencia más allá de la
barrera del sonido.
Un ejemplo de un selecto aperitivo ofrecido a bordo
de uno de los Concorde de la compañía británica.
Los pasajeros disponen para su propia información, de paneles digitales donde se les muestra la velocidad a la que se vuela, el número de Mach, la altitud y la temperatura exterior. Las ventanillas son más pequeñas que en los otros aviones (irónicamente todo resulta pequeño en este avión menos la velocidad y la altura de vuelo). Aún así, el aparato dispone de 94 ventanillas que a pesar de su reducido tamaño permiten ver a través de ellas, cuando se vuela a grandes altitudes como 18.000 metros, la curvatura de la Tierra.
Vemos las pantallas alfanuméricas en pleno
vuelo
mostrando una velocidad de 1270 millas por hora, 58
grados bajo cero en el exterior, Mach 2,00 y altitud
55.000 pies, que equivalen más o menos 17.500m.
La distancia que separa dos filas de asientos, da
un indicio de la comodidad durante los vuelos.
Una vista poco habitual para pasajeros
de líneas aéreas: las capas más altas
de la atmósfera terrestre y su belleza.
Un pregunta curiosa que mucha gente se hace es: ¿No hay cine en este avión? La respuesta es no. Es que al volar al doble de la velocidad del sonido no escucharíamos las voces, dijeron algunos. Jajajajaja, ni mucho menos!! La respuesta radica en que los vuelos supersónicos resultan tan breves que hacen innecesario el llevar sistema de vídeo a bordo del avión.